Jugar, cuando éramos pequeños, jugaba todo el mundo. Pero si además de jugar, eras buen jugador y estabas en equipos de fútbol, balonmano o volleyball por ejemplo podías aspirar a trofeos. El placer que se sentía cuando te daban una copita (aunque nunca te la quedabas tú, eso sólo era el club o el capitán a lo sumo) no era comparable a nada. Yo recibí algunas medallas que esas sí te las quedas y era el niño más feliz del mundo.
Incluso aunque en la medalla pusiera «Medalla a la deportividad» tú te veías como los jugadores de la tele cuando recibían las medallas de oro y para ti esa medalla dorada era como una de oro.