Terapia en rehabilitación

Este verano tengo que pegarme un verano de rehabilitación y allí escuchas cosas terroríficas de los accidentes de gente que va allí.

Una de las que más me impactó fue la de un señor mayor que estaba allí porque la Guardia Civil marítima les pasó por encima de su bote pesquero. Él tuvo más suerte que su compañero porque justo se agachó a coger su gorra pero a su amigo lo mató porque la lancha le dió en la cabeza, al hombre se le caían las lágrimas recordándolo porque eran muy buenos amigos.

Por eso hoy me ha sorprendido el poco aprecio que tenemos a veces a nuestra propia vida, sólo pensamos en nosotros cuando cometemos alguna imprudencia en la carretera por ejemplo, no pensamos en el sufrimiento de los que nos quieren si nos pasase algo.

Una mujer estaba contando una situación que le había pasado por la autovía. Ella iba a incorporarse por el carril de aceleración cuando vio un coche todo cargado de maletas, marroquí vamos. El caso es que ella se iba a incorporar delante de él porque iba bastante lento y por lo visto cuando el árabe la vio, aceleró para no dejar que se colara delante de él. Ella en vez de aminorar y pasar detrás de él siguió acelerando y se coló entre los cláxons de todos los coches. En palabras de la mujer se podían haber matado los dos, pero eso sólo lo hizo porque no iban sus dos hijas, iba sola.

A esto me refiero, no pensamos en las consecuencias. Si vamos solos, se nos está permitido cometer actos suicidas porque sólo arriesgamos nuestra vida (¿y las del otro coche qué?) pero no pensamos en que si faltamos, causamos un grave problema en nuestra familia, en esas dos hijas que se quedarían sin su madre por cabezonería suya de que el árabe no la dejara pasar.

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