No vencer a la timidez

Realmente soy una persona extremadamente tímida. Este blog sólo lo conoce mi medio kiwi, para los demás soy otra persona que escribe un blog en la red cuya identidad es desconocida.

El problema está en que no me gusta llamar nada la atención. Algunas veces en mi cumpleaños con amigos he dicho que no me regalaran nada para evitarme el momento en que todos están pendientes de ti para saber cómo reaccionas.

timidezFoto: paranoiasdelavida

Supongo que lo correcto es el término medio, ser protagonista cuando toca y callar cuando hace falta, por eso las personas que no callan nunca y quieren ser el centro de atención siempre no reciben mi atención casi nunca. Narran su vida a cualquiera por tal de ganar minutos de protagonismo entre un grupo que quizá lo estén conociendo por primera vez.

Nunca me expongo tanto, sólo me gusta que me conozcan las personas que de verdad lo merecen.

Panda de descerebrados

Esta vez no se ha podido visitar la Alhambra por motivos meteorólogicos, una pena aunque ya se visitará.

En el viaje de tren de vuelta (que por cierto nunca paguéis por llevar a un conejo, intentad esconderlo porque el precio es de 9,60 €) se han sentado en un tramo del trayecto una panda de tres canis y uno de ellos iba muy entusiasmado contando sus peripecias al volante.

Narraba cosas como: «Era de noche e iba yo por la autovía y un menda dándome largas así que apreté muchísimo, me paré en una gasolinera, apagué las luces y en cuanto pasó encendí las luces y me pegué a él muchísimo y dándole largas y antinieblas. Se echó a la derecha a pararse y me paré también y le tuve que meter un par de hostias, la mujer llorando y le dije venga vete ya de aquí si no quieres cobrar más».

También vacilaba de cuántos coches ha probado, de cuál ha sido su velocidad máxima (210 km/h),  de cuantos amigos ha dejado en la cuneta por picarse con él apurando en las curvas y demás peripecias dignas de un retrasado mental. Aunque lo mejor fue su frase final: «A mí porque no me gusta vacilar que sino me compro un seiscientos, ¿sabes lo que te digo?»